domingo, 21 de agosto de 2016

¿Morir por mí?




Lizst sonaba en el salón, la melodía de aquel genio musical entrada por los poros de su piel, erizando cada vello, despertando sus ganas.
Era la pasión, la mezcla de aquellas dos sangres, el gozo del espíritu gitano, el que explotaba justo y preciso, en crescendo. 
Su cuerpo, en éxtasis ondulaba al compás de las vibraciones del instrumento. Ella era femenina, casi una perfección etérea, una silueta que danzaba entre sombras, desnuda, sensual y despierta.
El más crudo deseo reblandecía cualquier pudor, entumecía su vergüenza y la hacía gemir, mientras el sonido de la melodía continuaba con su cuerpo moviéndose como una ninfa en un bosque sagrado.
Serena abrió los ojos y una sonrisa se dibujó en su rostro.
—Es la hora… —Con reverencia, acercó su dedo al mando y aguardó hasta que la última nota queda sumida en el silencio.
Desnuda y con paso sensual, uno que venía nato en ella, avanzó hasta su habitación. El atuendo lo tenía pensado. Era un día de cacería. Tenía que atraer a su presa. No usaba ropa interior. ¿Para qué? Quería que accedieran a su cuerpo. El sexo era una parte esencial en ella, lo necesitaba al igual que… 
Negó, no, aún no pensaría en esa parte del juego. Primero había que prepararse. Eligió esta vez una peluca negra con un corte que llegaba hasta el cuello. La blancura de su piel resaltó de golpe. Se sentó en el espejo y comenzó su transformación.
Las nuevas técnicas de maquillaje, los artificios a los que las mujeres se habían vuelto adictas, eran un aditamento perfecto para los fines que necesitaba. 
No era fea, todo lo contrario. Su belleza podía rallar en la perfección. Un rostro de porcelana hermoso, casi angelical y que ahora, era más un arma para atraer a su víctima.
Su cuerpo se cubrió con un vestido de tela casi transparente en color plateado. Se ciñó como una segunda piel a cada curva, destacando el generoso escoto con los elevados y llenos pechos, su estrecha cintura y sus redondeadas caderas. Llegaba un poco más abajo de las nalgas, montó en unos tacones altísimos que acentuaron sus largas y torneadas piernas.
Se miró en el espejo satisfecha con lo que encontró. Lamió sus labios satisfecha de la imagen que se proyectaba en el espejo. Serena, reconoció en sus ojos ese brillo que antecede a la victoria, a la dicha de saberse vencedor y dueño del más oscuro secreto.




La discoteca en la que entró ya tenía el ambiente adecuado. Adoraba los fines de semana en verano. Los excesos eran buenos, aunque la ridícula moral se empeñara en negarlo, por lo menos, eran buenos para ella, eso aturdía los sentidos, y era lo que buscaba.
Se abrió paso entre el gentío, conocedora de las miradas furtivas o descaradas que le lanzaban, de la atención que comenzaba a causar. Se acercó a la barra donde pidió un Cosmopolitan.
—¿Me permites invitarte? —La voz varonil a su oído intentaba atraer su atención. 
—Depende… —con estudiada premeditación ladeó el rostro y sonrió con coquetería.
—¿De qué, preciosa? —el hombre miraba con descaro su escote, se relamía una y otra vez ante la carne que ella permitía asomar.
—De sí me dejas agradecerlo, de otro modo. —esta vez, se acercó a él mirándolo con intensión.
El brillo en los ojos del hombre desapareció y se puso rígido. Al parecer no estaba acostumbrado ante la clara invitación.  ¿Ego de macho herido?
—Espera, espera… —las manos masculinas se levantaron como si intentase poner una barrera—, ¿eres una puta? 
Serena comenzó a reírse a carcajadas, sacó de su bolso un billete y pagó su bebida.
—Mala pregunta, aunque te disculpo. —Se encogió de hombros desestimándolo—, se me olvida que aún no estáis acostumbrados a un mensaje claro, o a ser atacados. —lamió los labios—Puedes irte, no estoy interesada.
Y así lo hizo, el tipo se alejó entre el gentío y era una lástima. Era como le gustaban. Un portento de macho viril, dispuesto a los juegos, uno que pensaba que podía someterla, follarla duro y sin parar. Una verdadera lástima.
Mojó los labios con su bebida sin apartarse de la barra. Quería dejar clara la situación. Hembra, sola y disponible. Su sonrisa no desaparecía de su rostro 
—Ehh, siento lo de hace un momento. —había vuelto. 
—¡Lárgate! —ordenó fingiéndo  ignorarlo.
—Soy gilipollas, —se disculpó—, mira, realmente no quería ofenderte. Pasa que mis amigos hace un tiempo me la jugaron.
—¿Y dónde están esos impresentables? —la joven comenzó a buscar con la mirada.
—Hoy, he venido solo —declaró orgulloso de sí mismo. ¡Pobre incauto! —, Dime que puedo hacer para ganar tu perdón.
—Morir por mí. —Serena sonreía al hablar, sabedora que lo tenía en la bolsa.
—Mi Lady, mi vida está en vuestras manos. —él imitó una reverencia.
—No olvides lo que me has dicho. —aclaró antes de jugar con uno de los botones de la blanca camisa.
La sonrisa de victoria en el desconocido se dibujó a la vez que marcaba territorio. Quería a esa morenaza de cuerpo del pecado. Si se salía con la suya, que lo haría, la follaría toda la noche. ¡Que ganas de metérsela por todos los agujeros!
Algunas horas pasaron, su nuevo galán no paraba de invitarle cocteles y toquetearla sutilmente. Bailaron algunas piezas pegándose el uno al otro., hasta que por fin se decidió a besarla. 
La lengua se coló con prisas, imperiosa, dejando claro el deseo que sentía por ella. Sus manos la ciñeron y pegaron a él. Una de ellas bajo por el diminuto vestido hasta llegar a las nalgas.
—Que buena estas… —le dijo entre besos.
—NO lo creo. —Se quejó mientras se frotaba como gatito en el cuerpo de su compañero.
—¿Por qué no? —preguntó el otro.
—Aún no te has propasado, —un mohín se dibujó en su rostro—, al paso que voy te voy a tener que dejar las cosas muy claras para que me folles.
El aludido comenzó a buscar un rincón donde poder hacer eso. Tenía muchas ganas de follarla. A discreción metió la mano entre sus muslos para sentir la tela del tanga, y sonrió complacido al sentir el sexo desnudo.
—¿Vienes preparada eh? —preguntó más como afirmación.
—¿Te molesta? —atacó con su tono al mismo tiempo que sus manos acariciaban el bulto entre las piernas.
—Nop —la besó de nuevo—, tengo muchas ganas de follarte, pero aquí no. ¿Qué te parece si vamos a mi piso?
—¿Dónde los malos de tus amigos viven contigo? 
—Vivo solo, y nena, lo vas a agradecer….
Serena se detuvo un momento para verlo a los ojos, besándolo con pasión.
—Eso, no lo sabes tú bien, —corroboró un momento antes de salir del lugar y dirigirse a su último destino.


Subieron a un taxi y entre beso y beso compartieron gemidos, ganas y deseo insatisfecho. Cuando por fin llegaron a su destino, ambos sudaban no por el calor climático, sino por ese que la sangre embravece cuando hay pasión despierta.
Se metieron en el ascensor y al cerrarse las puertas, Serena fue empujada de frente al espejo, escuchó como el cierre del pantalón se abría y gimió al sentir como la polla se enterraba en sus carnes.
—¿Te gusta? —le preguntó su desconocido— ¿Te gusta mi polla?
—Sí, métemela fuerte, me gusta duro —gimió alentándolo.
—¡Qué puta eres! —gruñó el otro empujando dos veces más antes de separarse y cubrir la erección, antes de que las puertas se abrieran.
Entraron entre besos al piso, arrancándose la ropa con desesperación. 
—Llévame a tu cama… —pidió ella—, métemela ahí.
—Quiero follarte el culo. —declaró el otro masajeándole el trasero—, joder, quiero darte por todos lados.
Ella se comenzó a reír siendo guiada por él. Entraron a una habitación muy masculina, con una cama enorme y una cabeza de madera perfecta para los juegos de cama.
Serena fue lanzada al  colchón, colocada a cuatro patas con el culo elevado. Escuchó como su compañero escupía en su mano y lo imagino empapando su polla de saliva, repitió la acción y esta vez la saliva mojaba su ano.
—Oh si nena, vas a gozar, vas a ver.
La joven gimió de placer al sentir como se adentraban en su trasero, mordió las sábanas en lo que duraba el primer empalamiento, dilatando el fruncido agujero.
—¡Si, zorrita! —el gruñido del hombre un momento antes de comenzar a embestirla dejaba claro que estaba disfrutando del momento. Entraba y salía haciéndola gemir con delirante lascivia. 
Sabía lo que hacía, la follaba con rudeza, como lo había dejado claro. Los embates eran duros, largos y torturantes. 
—¿Me dejas correrme en tu culo? —preguntó pletórico.
—Si, lléname de tu leche.
Y así lo hizo, una, dos, tres embestidas más y él ya estaba ahí. Descargando el placer lácteo que marcaba su primer climax.
Lo sintió salir de ella, lo miró a los ojos antes de empujar con su ano la leche que comenzó a gotear saliendo de su interior.
—¡Qué pasada! —lo escuchó decir antes de girarse y mirarle a los ojos.
—¿Quieres que te la chupe? 
—Mámala completa —se la ofreció con un puño—, trágatela, zorrita.
Obedeció, le gustaba sentir el trozo de carne hinchada en su boca, llenando y dominando. Disfrutaba de sentir el sabor de su propio cuerpo, sus fluidos mezclados con el semen. Era una viciosa de despertar de nuevo una polla después de tenerla dentro. 
La verga entró cruzando la campanilla, las arcadas que eso suponía no se hicieron esperar, espesando su saliva, casi asfixiándola, haciendo que lágrimas corrieran por su rostro. Pero eso no importaba, aún no.
—¡Qué buena eres chupando, coño! —la separó para besarla, antes de empujarla y aplastarla—, ¿Quieres que te la meta de nuevo? Voy por un condón
—Quiero que me comas el coño, hasta la muerte. —pidió Serena lamiendo los labios—, se buen chico, y cómelo con gusto. ¿si?
El ya estaba a punto de situarse entre sus piernas, pero ella se alejó y negó.
—Soy caprichosa… túmbate en la cama, quiero atarte.
—Ummhhh te van esos juegos…. Joder.. joder…. ¿me dejas grabarte?
—Permite que lo grabe con mi móvil, yo también quiero un recuerdo tuyo. Pero antes… —Serena comenzó a buscar cualquier cosa que le sirviera como atadura.
En el primer cajón, hay corbatas.
—Tan comedido… —lo alabó.
—A tus órdenes. —Le sonrió con lascivia tumbándose en la cama con los brazos abiertos—. Átame y haz lo que quieras.
La joven tomó dos corbatas después de estudiar cuales podrían servirle realmente para lo que quería, se acercó al muchacho y le dio un beso apasionado.
—Disfruta de tus últimos momentos… —le susurró al oído mientras comenzaba a atarlo.
—Si, preciosa. —con un gruñido contestó antes de meterse un pezón a la boca y chupar con gula.
Ella lo dejó hacer, gimiendo ante las caricias prodigadas, ante la ferocidad de las succiones que le provocaban placer y dolor. Una vez atado se alejó de él, saliendo al salón donde había dejado su bolso y regresando con la cámara lista.
—Una foto para la posteridad. —sonó el click y un momento después ya estaba colocando el aparato en el ángulo correcto para poder grabar lo que sucedería a continuación.
Se sentó en la cara masculina a una distancia prudencial para que solo observara.
—¿Tus últimas palabras? —preguntó con humor.
—Dame esa concha deliciosa, quiero hartarme de ella.
—Buen chico. —y bajó poco a poco, ofreciendo su vulva a la boca ansiosa.
Serena gimió al sentir la lengua recorriendo sus plagues, abriéndose paso, sonrió al sentir la impertinencia del hombre al morder su clítoris. Sonrió al contacto de sus carnes al ser acariciadas y saboreadas. Si, era un buen comedor de coños. 
—Vamos, házmelo bien… —Comenzó a pedir —quiero que me hagas sentir muy bien con esa lengua. 
Se estiró sobre el cual gato para acariciar la polla, miró hacia el movil y sonrió a la cámara. 
—Sí, cariño, chupa así, me encanta,… me encanta que me muerdas… comenzó a moverse sobre él, llevando la voz cantante en la búsqueda de su orgasmo, comenzó a gritar, a estremecerse cuando el inminente clímax llegó. Ella se sentó mejor, lo escuchó resollar, intentando retirarla para respirar.
—¡Chupa mas! —ordenaba mientras el luchaba por retirarla.
Sintió una mordida que le hizo daño, ella respondió con un golpe premeditado para sacar el aire de sus pulmones. Su amante se sacudía con desesperación cuando ella lo tomo por los pelos pegándolo más a su sexo.
—¡Quiero más! —ordenó clavando las uñas al pobre infeliz que luchaba por su vida sin poder ganar en aquella guerra.
Los brazos golpeaban la cabecera luchando por liberarse, el cuerpo se retorcía sin lograr nada. A cada vez que la quería lastimar, ella le hacía más daño hasta que por fin, el oxígeno falto, y el cuerpo laxo quedó ahí, rígido, extendido.
Serena esperó, aún no se iba a retirar. No, no iba a engañarla. Él había prometido ofrecer su vida, ella le dio la oportunidad de elegir la forma.


Lizst sonaba en el salón, la melodía de aquel genio musical entrada por los poros de su piel, erizando cada vello, despertando sus ganas.
Era la pasión, la mezcla de aquellas dos sangres, el gozo del espíritu gitano, el que explotaba justo y preciso, en crescendo. 
Su cuerpo, en éxtasis ondulaba al compás de las vibraciones del instrumento. Ella era femenina, casi una perfección etérea, una silueta que danzaba entre sombras, desnuda, sensual y despierta
Se dice que la maldad se genera por culpa de actos que te llevan a un límite, agresiones que oscurecen tu naturaleza; y estos generan emociones negativas como lo son: envidia, rencor, obsesión, ira… odio.
La realidad es que no siempre es así, a veces nace gente trastocada, oscura y perversa, sin necesidad de haber vivido ningún trauma. Simplemente la bestia nace, ese animal depredador que disfruta del dolor, del vicio…. de las sombras.
No, el mundo no los creaba, era el equilibrio, o simplemente la naturaleza dejando hacer al ser humano.


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sábado, 20 de agosto de 2016

PRESENTACIÓN



Me he planteado en varias ocasiones el escribir a través de un blog. Soy más de disfrutar teniendo el Word hasta completar una obra en concreto y poder compartírosla.

No, miento. Soy una persona egoísta y cuando mi mano comienza a escribir, la realidad, es que no me sacio de lo que veo plasmado y necesito más, en concreto algo mayor a unos cuantos párrafos.

Sin embargo, últimamente hay voces que vienen inundando mi cabeza, y no es esquizofrenia…. Puede que sí…

A lo que voy, es que, necesito plasmar pequeñas historias que se mezclan y que me mantienen un poco caótica en cuanto a las novelas que os estoy preparando.

También, mucho tiene que ver un grupo de almas perversas que me están llevando al lado oscuro. Uno que me gusta y que me hace querer compartiros parte de mí ya perturbada cabeza.

Sé que ya habéis disfrutado de mi naturaleza irónica y cómica, siempre romántica. Pues mi alma y mi esencia es un ser soñador que intenta cautivar, dejando un sendero dulce, pero sin edulcorante, y que simplemente haga suspirar y entregar un buen sueño y una sonrisa.
Pero, no todo en la vida puede ser lumínico, quiero sentirme libre en este espacio para traerte mi parte oscura, que conozcas la divergencia de una alma escritora. Prometo que la locura no siempre va a subsistir, que la negrura y el caos no van a reinar.

Permíteme invitarte a mi mundo De sombras y amores, ven a mi pequeño Limbo.´

Ailin Skye