martes, 20 de septiembre de 2016

UN VERANO PERVERSO


JORGE.

Todo empezó una noche de verano, cogía el Alsa de madrugada para ir a Sevilla, lo cojo temprano para poder aprovechar el día. Deje la maleta en el compartimento y subí las escaleras, iba medio vacío, y eso que viene desde Gijón.

Me senté en la fila 14 asiento de pasillo, detrás mía no había nadie y enfrente una pelirroja con una sonrisa muy simpática, con los labios pintados de rojo fuerte que llamaban la atención nada más subirme. Al sentarme me di cuenta que iba leyendo un libro, debía ser algo caliente porque tenía un chico sin camisa en la portada. Enseguida me quedé dormido.

El autobús llegó a Zafra, serían ya las seis de la mañana. Allí hizo, como siempre, la parada para que descanse el conductor. Yo me desperté porque la pelirroja, sin querer puso su culo en mi cabeza.

—Uy perdona, no me he dado cuenta! —Se disculpó la chiquita.

A lo que yo le respondí:

—Nunca me despertó algo tan bonito!

La chica sonrió y siguió para adelante. Tenía unos andares simpáticos, andaba como de puntillas, movía el culo con mucha gracia.

La verdad que el despertar ¡me puso muy cachondo! La busqué por la ensenada por si estaba fumando, fui a la cafetería por si estaba desayunando y nada. ‹‹¿Se habrá quedado aquí?›› Pensé.

Necesitaba ir al baño, allí estaba yo de pie frente a la letrina, miré hacia atrás y la vi, se lavaba la cara y las manos. Yo, no podía dejar de girar el cuello para mirarla. A propósito giré de más y disimuladamente le enseñé mi polla, sé que me vio porque se le escapó una sonrisa y quitó la cara muy rápidamente.

Me abroché el pantalón lavé las manos y me subí al autobús, ella se quedó tomando algo en la cafetería.

Subió al autobús, aún estaba de pie cuando arrancó y se empezó a mover. Le dije:

—Ten cuidado, que estoy despierto y ¡ahora no respondo de mis actos!

La chica me clavó los ojos (aún no sé si se reía o me mataba), pero de repente al dar marcha atrás el bus, calló sobre mis piernas.

—Sin duda sabía que caerías en mis brazos, ¿cómo te llamas?

—Discúlpame, me llamo Guadalupe.

—¿Qué acento tienes? No eres española pero pareces sevillana…

—Soy de México, pero, vivo con mi chico en Sevilla

—Encantado Guadalupe, yo me llamo Jorge. Por Cierto ¡Tienes un culo precioso!

Entonces dio un salto y se levantó, me eche hacia un lado y le pregunté si quería sentarse a mi lado, aceptó.

Fuimos las dos horas que nos quedaban juntos, contándonos nuestra vida, charlando y riendo. Le pregunté por su libro, me dijo que era literatura erótica de una escritora Canaria, una tal Magela Gracia.

Me pudo mi curiosidad y no dejé de interrogarla y ¿cómo no?, terminamos hablando de sexo, mis gustos, sus gustos.

Lo más interesante fue: su frustración con el sexo anal. Me dijo que cada vez que lo intentaba con su chico le entraba la risa, lo contagiaba a él y no podían terminar. Entonces me acerque a ella, le aparté el pelo de la oreja y le susurré muy bajito:

—Si me dejas intentarlo te juro que no te reirás, es más, te prometo que voy a hacer que te corras como no te ha pasado nunca.

Me miro y sin vacilar me propuso:

—Estoy sola hasta el mediodía. ¡Vente a mi casa!

Al llegar cogimos un taxi y fuimos a un pueblo del Aljarafe, pero no recuerdo cual era porque nos fuimos metiendo mano todo el camino.

Recuerdo como se estremecía cuando le susurraba al oído...

—¡Te voy a follar el culo! Guadalupe, y vas a disfrutar.

Le besaba seguidamente el cuello mientras mi mano la metía dentro de su blusa. Tenía unas tetas inmensas que podía perderme en ellas. Unos pezones grandes y gordos que me pedía que le pellizcara. 
 
Llegamos a su casa, un edificio de ladrillo visto, recuerdo que desde su ventana se veía el parque de bomberos. Me dijo q fuera discreto al llegar, por sus vecinos. ¡Tenía dos perros que no paraban de ladrar!

—Vamos entra. —Me invitó.

Me tiró de la mano y me llevó directo a su habitación. Le desabroché la blusa blanca, le quité el sujetador. ¡Estaba deseando comerle las tetas! Y así hice, mordí sus pezones, los lamí; apretaba sus pechos.

Le recordé:

—¡Hemos venido porque te he prometido algo!

Llevaba una falda fuxia. Se la levanté y le dije q se bajara las bragas, eran de encaje azul marino a juego con su sujetador.

La cogí de la espalda le "ayudé" a subir sus rodillas a la cama, y abrí sus piernas. ¡Tenía todo su culo para mí! Entonces mi lengua empezó a jugar con su ano, a mojarlo; a lamerlo. Con mi mano izquierda metí dos dedos en su coño y lo empecé a masturbar, con la derecha metí el índice en su ano, dibujando círculos en su interior, entrando y saliendo, ¡Lo preparaba para mi polla!

Abrió el cajón y sacó un pequeño paquete.

—Usa esto —Era un bote de lubricante con una hoja de marihuana.

Lo dejé caer en su ano, me puse de pie, la agarré del pelo y metí mi polla de un golpe en su culo.

¡No hubo tiempo a risas! Fue un gemido grande. Un ahhhh muy largo y una respiración profunda.

Empecé a embestirla, mi polla salía y entraba de su culo una y otra vez. Me sorprendió sentir algo vibrar hasta que comprendí que había sacado un aparatito rosa, muy pequeño que se lo puso en su clítoris mientras la follaba.

No paraba de gemir, de gritar. De repente sentí como me mojaba las piernas. ¡Se acababa de correr a chorros! Y yo aún no había terminado.

—Guadalupe, quiero correrme en tus tetas—Declaré intenciones y metí mi polla entre ellas.

Eran tan grandes que mi glande apenas sobresalía lo suficiente para que lo chupara, mientras me follaba las tetas. Yo me movía como si así fuera. ¡Hasta q mi leche lleno toda su boca!

Me eché hacia atrás, con un suspiro de relax y vi en sus sabanas un charco. ¡Nunca había visto algo igual, una mancha de sus fluidos en la cama!
Así fue como me follé a Guadalupe, ya eran las 10 de la mañana, me tenía que dar prisa porque a las 12 tenía una reunión de trabajo, me duché, me vestí y la dejé dormida en la cama.


Salí de casa de Guadalupe, no sabía muy bien dónde me encontraba. Empecé andar y enseguida llegué a un centro comercial. Al lado, había un estanco donde entré y compré el Mundo; después tomé un café en una terraza que había justo al lado, no tomaba nada desde las doce de la noche que cené.

El periódico llevaba en portada el asesinato de un afamado cocinero de Salamanca. Están buscando a un asesino en serie con problemas sexuales, ya que a todos les dibujaba un pene en el estómago, y así de fácil se lo han puesto a la prensa, "El Asesino del Pene" o "Pene el Asesino", es como lo llaman. La verdad que es un caso preocupante, lleva varios asesinatos y la policía al parecer no tiene ni idea.

Tras terminar mi café y leer las noticias de "Pene el asesino", me monté en un metro que cogí en la puerta del Centro Comercial Metro Mar. La reunión era a las doce en el Edificio Viapol, el metro me dejaba justo enfrente, en la parada de San Bernardo.

Era una reunión grande, con mucha gente. Iba a ver a una empresa para ver si financiábamos una campaña de marketing a nivel Nacional. Llevaron hasta a la azafata, una catalana simpática con acento Cordobés que se llamaba Montse.

Se alargó la reunión, comimos todos en un restaurante y al terminar, me fui a la estación de Santa Justa para coger un AVE para Córdoba. Tenía ganas de conocerlo ya que había ido en varias ocasiones y no había podido hacer turismo.

Por casualidad, iba la azafata sentada en el mismo vagón que yo, y ¡qué casualidad!, leía el mismo libro que Guadalupe. La tal Magela debía ser una escritora famosa en el momento.

Me alojaba en el Hesperia Córdoba. Lo primero que hice nada más llegar fue darme un baño en la piscina que había en el tejado. Subí con el Albornoz blanco y unas chanclas que me habían dejado en la habitación. Esto era placer, casi me quedé dormido.

Volví a mi habitación justo cuando estaba abriendo la puerta, se abrió la de al lado y... Allí estaba ella, Montse. Con una blusa blanca y un Levis 501 a medio abrochar.

Me puso muy cachondo porque no llevaba sujetador y no sé por qué intuí que no llevaba bragas. Tenía el pantalón manchado, parecía sangre. Me miró fijamente a los ojos y me dijo:

—Tú, ¡el banquero! Estoy muy cachonda, ¿quieres comerme el coño?

A lo que no respondí, la agarré de la mano y la empujé contra mí. La besé en la boca y nos metimos en mi habitación. Le tiré del pelo, la miré a los ojos y le declaré:

—Con que estás muy cachonda, pues vas a sufrir las consecuencias...

Seguidamente le lamí la cara y le mordí en el cuello. Cogí muy fuerte las tetas por debajo de la blusa, tanto, que se la arranqué de un tirón, la empujé contra la cama y cayó boca arriba. Terminé de desabrochar el pantalón y tiré para quitárselo.

—Creo que has sido mala— proclamé.

Cogí dos corbatas de mi maleta y le até las manos al cabecero de la cama, me subí encima de ella, puse su cabeza entre mis piernas y le pregunté:

—Con qué estás cachonda, ¿verdad?

Y golpeé con mi polla en sus labios.

—Habla, zorra — me atreví a ordenar —quiero volver a escucharlo.

—Sí, banquero, estoy cachonda, ¡fóllame!

—¡Calla! Solo responde a lo que digo.

Le volví a golpear con mi polla en su boca.

— ¡Tómala! Sacia tu sed, Cómetela entera.

Entonces, me la chupó hasta la garganta. Pude sentir sus arcadas, pero la chupaba como los ángeles, tenía una lengua deliciosa.

De repente, me mordió. Me hizo daño y me enfadé. La giré y la obligué a ponerse a cuatro patas, con sus manos atadas al cabecero.

—La vas a pagar —amenacé.

Cogí mi cinturón de piel negra y azoté su trasero, "Zas", Montse ni se inmutó

—¿No te duele, zorra?

—No, ¡castígame otra vez!

Y volví a azotar su trasero, hasta cinco veces, cada golpe con mi cinturón era más fuerte. Dejé marcado su trasero con cinco marcas rojas. Estaba tan excitado que me había corrido y podía ver como chorreaba el coño de Montse. Cogí una bola de decoración que había sobre la mesa, parecía un pisapapeles de cuarzo rosa y se lo metí en el coño. Tomé el lubricante de Marihuana que le había robado a Guadalupe, lo eché en su culo y la follé con fuerza, una y otra vez. Hasta que vi que se volvió a correr.

Entonces, saqué mi polla de su culo y desaté sus manos

Se arrodilló ante mí y me la chupó hasta que consiguió que me corriera dentro de su boca. En ese momento, me tumbé sobre la cama y apenas tardé dos minutos en dormirme. Estaba agotado, llevaba dos días sin dormir y mi segundo polvo del día.


Toc, toc, toc

Toc, toc, toc

—¡Arriba, policia! Levántese! ¡Tiene acompañarnos!

¡No sabía que estaba pasando, me puse unos vaqueros y me llevaron a Comisaría! Al salir por la puerta vi a una pareja de raza gitana tumbados en el suelo con una polla pintada en la barriga! ¿Qué habrá pasado?

—Agente, ¿qué sucedió?

—¡Eso nos lo tendrá que explicar usted!,—respondió.

Me llevaron a comisaría, estuve allí, 24 horas, después nos dirigimos a los juzgados, donde juez, fiscal y varios abogados me interrogaron en varias ocasiones.

Yo solo conté lo que sabía, ¡la verdad!

Después de salir de los juzgados, la policía me dejó en mi hotel, donde cogí los bártulos y me fui.

Aún tenía 10 días de vacaciones, tenía pensado hacer una ruta por Andalucía pero se me habían quitado las ganas. Regresé a Sevilla, sabía que había una empresa de alquiler de motos. Decidí Alquilar una BMW R1200 GS una moto grande y cómoda para hacer kilómetros y sobretodo, con espacio para llevar mis cosas.

Puse rumbo al mediterráneo, empezaría por Murcia, primera Comunidad del Mediterráneo ¡no andaluza!

Cogí dirección Granada por la autovía, La A92 norte dirección Murcia, nunca había conducido por esas carreteras y decidí ir por la A7 en vez de por la AP7, entre en la Comunidad de Murcia, no tan desértico como Almería, pero todo huertas, decidí salir de la autovía para poder ir conociendo los pueblos de por allí y cogí la N340, era igual, huertas y más huertas y naves de cooperativas e industria frutícola a ambos lados de la carretera.

De repente adelanto a una morenaza vestida de negro que hacía autoestop, me dio la sensación que iba llorando!

—¿Te pasa algo, miré? —‹‹Oh Dios! Que ojazos!››— ¿Te puedo ayudar?

— ¿Tienes otro casco?

—Sí.

—Entonces, ¡me puedes ayudar!

—Venga, monta. Tú dirás, Ojazos.

—¿Quieres que nos perdamos juntos?—Me dijo—Te voy indicando.

Me llevó por una carretera de curvas, había un cartel a la entrada que decía: Ruta de las Sierras de Murcia. Hicimos unos cuantos kilómetros escuchando en los intercomunicadores música Rock, curvear con esta morena que me abrazaba fuerte llevando su cabeza apoyada en mi espalda y escuchando Knoking on heavens doors a todo volumen es una sensación indescriptible, emociones ¡a flor de piel! Llegamos a un puente, una arboleda de fresnos, sauces y alisos.

—Ven, te voy a enseñar una cosa.

Me hizo saltar de roca en roca por el curso de un arroyuelo. Llegamos a una pocetas grandes rodeados de árboles, ¡un precioso vergel! Lali, que así se llamaba, se apoyó en una roca y se quitó la camiseta negra de los Guns and Roses, se bajó los vaqueros negros y se los sacó, llevaba una ropa interior muy vintage, un sujetador negro y unas braguitas de cintura baja a juego con el sostén, se deshizo de todo y dejó ver multitud de tatuajes por todo su cuerpo.

Se tiró de cabeza a la poceta, salió y me dijo:

—Ven, Jorge, ¡tírate! —me alentaba.

Me quité la ropa, un pantalón gris y una camiseta blanca, las botas de la moto y unos calzoncillos con toros dibujados, en los que se intuía el enorme empalme que tenía. ¡Me lo quité todo y me tiré al agua.

Agarré de la cintura a Lali la miré a eso ojos que me perdían y la besé. Me respondía a los besos. La llevé contra una roca la empujé y empecé a besar su cuello, a morderlo; bajé por su pecho y me quedé frente a sus senos, los acaricié con la yema de mis dedos; los apreté y besé esos pezones, los mordí y chupé hasta saciarme.

La agarré por los muslos y saqué su cuerpo del agua, la senté en la roca y comencé a morder sus muslos, tenía un corazoncito hecho con el vello en el monte de venus. Mi lengua empezó a chupar el clítoris y mis dedos los introduje en su vagina, estaba tan mojada que entraban con suavidad en su interior.

Volví a morder sus muslos y acariciar sus piernas con mi boca hasta llegar a los pies, perfectamente pintados. Y los empecé a chupar, empezando por el meñique y llegando hasta el pulgar, jugando con mi lengua entre dedo y dedo. Cambié de pie y volví a subir. Intuí que le gustaba por cómo se retorcía sobre la roca.

Regresé a su vagina, no quería dejar escapar ni una sola gota de sus jugos. Introduje mi lengua dentro de ella para sacar todo de ella. La bajé y la puse a mi altura; la besé, me rodeó con sus piernas y metí muy despacio mi polla, nos movíamos muy despacio, al ritmo de nuestros besos, embestida tras embestida dentro del agua, hasta que nos corrimos juntos.

Terminamos la tarde entre beso y beso, volvimos a la moto y me pidió que la llevara a su pueblo: Totana.

Allí fuimos, de camino la pare en la librería Atenas, sorprendentemente compró el Libro de Magela Gracia, me contó que unos días iba a Madrid a una presentación de su último libro con la Editorial Planeta.
Nos despedimos con un frío:” Me gustaría volver a verte”. Estábamos debajo de su casa y no pude darle un triste beso.

A. J. Conde


Montse.

El coito salvaje en el hotel con el banquero fue muy morboso. Me pilló lúcida, pero las ganas de un buen polvo me dan ganas de matar. No tuve más remedio que asesinar a esos gitanos de la habitación de al lado. La policía nunca daría con la loca del pene, la que mata por placer.

Ahora me encuentro en Madrid para la presentación del libro erótico de Magela Gracia. Leer sexo me excita y hace que mi locura ¡explote!

Estoy en el Hotel Mercure Madrid Centro, es caro pero me gusta cuidarme. Entro y me registro. El botones coge mi equipaje. Una vez en el ascensor veo que el joven mira con horror la bolsa de viaje. Miro en su dirección y me encuentro que de una esquina gotea sangre.

—Oh que despistada, ¡Me dejé abierto el zumo de tomate!

Me sonríe conforme, aunque lo vigilaré de cerca, no quiero sorpresas.
Ya en la habitación me desnudo, no puedo aguantar las ganas de follar. Me tumbo en la cama con las piernas abiertas, froto mi mano en mi sexo para darme placer pero necesito meterme algo. Me acuerdo que tengo en la maleta el pene del gitano. Lo saco y le echo agua, está tiesa la carne. Lo paso por mis labios jugando con el prepucio y me la meto en la boca para chupar.

Sé que estoy enferma, que estoy loca pero la perversión y las pollas me pierden, al igual que la sangre. Abro mis piernas y la introduzco. Subo mis caderas, con la mano voy sacando y empujando la polla del gitano. Me corro como la puta loca que soy.

Satisfecha, guardo la polla. Me servirá un día más antes que empiece a pudrirse. La presentación del libro es a las diez de la noche. Me arreglo con un sexy vestido negro. Me han hablado de un club de alterne que se llama Hora Golfa y queda en la misma manzana del Hotel.

Salgo de la habitación y justo cuando voy a girar la esquina para coger el ascensor, veo entrar a Jorge en una habitación, el banquero de la polla bonita.

Mi coño vibra de placer al verlo, me vuelve loca su verga grande, venosa y cabezona. No sé qué me hace ese hombre, pero mi sexo chorrea a borbotones, mis muslos ya están mojados. Me acerco a su habitación, sacó una tarjeta de crédito y abro.

La luz está apagada y del cuarto de baño sale vaho. Me quito el vestido, no llevo ropa interior. Con los tacones puestos, entro en el baño, está desnudo, enjabonado y con el culo prieto. La boca se me hace agua.

Me acerco por detrás y le doy una palmada en el trasero. Se gira sobresaltado y me mira sorprendido.

—Montse...

—He venido a follarte.

No le doy tiempo a reaccionar, me lanzo a sus labios y mis manos exploran su cuerpo. La verga va creciendo. Cuando está a punto, le agarro de la polla como si fuera la correa del perro y lo llevo hasta el dormitorio.

Me fijo que tiene corbatas, le hago que se tumbe boca arriba, con ellas, le ato las muñecas a los postes de la cama, lo mismo hago con los tobillos. Ahora lo tengo a mi merced.

Me subo a cuatro patas, me paro en su culo y chupo. Lo oigo respirar con fuerza cuando le meto un dedo, le gusta. Paso mi lengua desde su ano pasando por los testículos hasta llegar al prepucio. Levanta las caderas para que le folle con la boca. Lo hago, me la meto hasta el fondo, chupando con vehemencia.

Quiero sexo, así que en cuclillas, pongo mi sexo en su cara para que lama. Tiene una boca infernal. Muy cachonda quiero polla. Pero antes, saco del bolso un tampax súper, le quito el envoltorio, escupo para mojarlo y se lo meto en el ano hasta rozar su punto G.

Su mirada es oscura, está muy excitado. Me subo y me empalo en su polla. La sensación es exquisita, me siento llena. Cabalgo a Jorge gritando como una loca, mis caderas están volviendo berraco aquel salido.

—¡Más rápido, zorra!

Le araño el pecho, mi culo bambolea por las embestidas. Quiero correrme pero... La vista se me nubla, me entran ganas de matar. No puedo hacer daño a una polla tan golfa y funcional. Así que me desahogo pegándole hostias en la cara hasta correrme.

—Oh... Joder... Montse...

—Dios...

Sigo moviéndome ahora más despacio, disfrutando de los resquicios del orgasmo. Le desato, le agarro fuerte del pelo y le meto la lengua en su boca perversa.

—Nos vemos, chao.

Salgo desnuda por el pasillo, me visto en el ascensor. Cuando se abren las puertas veo a una mujerona muy cañón en recepción. Tiene unas Lolas muy sabrosas. Paso por su lado y oigo al recepcionista hablar y pronunciar su nombre "señorita Guadalupe".

En ese momento, nuestras miradas se cruzan y le tiro un beso. Jamás digo que no a un buen polvo.

Katy Molina


Guadalupe.

Fatal, fatal. Cuando Lali llegara se iba a enterar. Sabía que odiaba la impuntualidad, pero esa murciana, tenía el don aplastante de hacerse esperar. ¡Donde llegase tarde para la presentación de Magela, se enteraba!

—Aquí tiene su llave —la recepcionista me entregó la tarjeta de mi habitación.

Inhalé un poco de oxígeno y miré por todos lados para ver si la extraña y sexy chica que me había lanzado un beso no estaba por ahí. No por otra cosa, sino, porque ya había encontrado gente loca y alegre y me había caído simpática, seguro que podríamos ser buenas amigas.

Una vez en mi habitación y dejando mis cosas bien acomodadas, no perdí tiempo para salir en busca de la sex shop y comprar el lubricante que aquel… aquel….. ¡impresentable! me había robado. Mala cosa, una no podía confiar en los desconocidos. Menos mal, aún mi chico no se había dado cuenta de la falta. 

Con mi compra hecha regresé al hotel, rezando porque mi amiga ya hubiese llegado, aunque según su mensaje, aún tardaría algunas horas. Venía jugueteando tontamente lanzando el paquetito al aire cuando no lo pillé a tiempo. Le vi rodar por el pasillo del hotel hasta quedar en la puerta enfrente a mi habitación. Me agaché para tomar lubricante de Hachis.

La puerta se abrió de golpe.

—¿Se te perdió algo? —una voz muy, muy conocida hablaba muy cerca de mí.

Me levanté de golpe, sintiendo el choque de mi cabeza con la nariz del pobre incauto que había tenido a bien chocar conmigo.

—¡Lo siento, lo siento lo siento! —repetí angustiada girándome para ver si había hecho un daño serio.

—¡Joder! Mujer, si no quieres ayuda…. ¿Guadalupe? —mi víctima retiró las manos de su cara y lo reconocí de inmediato.

—¡Tú! —lo piqué con el dedo —¡Tú! Estoy muy enfadada contigo. —Advertí un momento antes de preguntar— ¿No te la he roto no?

Jorge negó con la cabeza y una sonrisa pícara, una que ya había conocido demasiado bien se dibujó en su rostro. Una sonrisa ladina que me había hecho mojar las bragas y que no debería andar permitiendo que me las mojara de nuevo.

—¿Quieres tomar un café conmigo? —me invitó.

‹‹No… ni hablar, cuando estoy cerca de ti pasan cosas››…..

—Claro… —‹‹¿Qué demonios hacía aceptando?››

La realidad es que pese a que era el ladrón de mi lubricante preferido, también, era una persona con la que se podía hablar de todo. No tomamos un café, en realidad fueron más de tres, yo con mi hiperactividad no paraba de hablar y por alguna razón volvimos a hablar de sexo. Reconocí la sonrisa lobuna y esa mirada que venia antes de proponer alguna cochinada. Ese era el momento de mi salida o de reclamarle mi lubricante preferido.

—Bueeeno… —comencé a rebuscar en mi bolso nerviosa, optando por una retirada elegante. Si me seguía mirando de esa manera mis bragas iban a comenzar a chorrear. Ese era el efecto que tenía ese condenado rubio que me había follado el culo por primera vez, ¡y sin reírme!

—Guadalupe… —el tono ronco en su voz, la forma en que me habló hizo que se me erizaran los vellos de la columna. Mi coño se humedeció y los pezones se despertaran atentos.

Inhalé el poco oxígeno que podía a la vez que sentía el retumbar acelerado de mí corazón, aguardando lo que vendría un momento después.

—Te quiero follar. —Y ahí estaba, hablándome con su natural descaro, la cara sería, los ojos azules con pupilas dilatadas y la llama lujuriosa e impertinente en su tono de voz.

Ese era el momento de salir huyendo, de recordar que no era correcto, pero por algún casual, Jorge resultaba ser una mala influencia, una mala, mala; mala. Sacaba una parte de mí que no conocía y que quería descubrir con él.

Lamí los labios y cuando tenía la negativa preparada, me levanté de la mesa asegurándome que observase mis pezones erectos.

—Estoy por el momento sola en mi habitación, ven. —lo invité una vez más.

¿Cómo es que llegamos al ascensor? No lo recuerdo, de lo que si estoy segura es de sentir su mano entre mis piernas frotando sobre mis bragas al mismo tiempo que me mordía el cuello y me prometía una follada que no olvidaría.

Abrimos la puerta de mi habitación arrancándonos la ropa. Me pegó a la pared de espaldas a él y mordió mi nuca haciéndome gemir.

—¿Te gustó que te follará el culo? —preguntó mordiendo esta vez mi hombro.

—Sí. —Gemí cuando su dedo se introdujo en mi vulva.

—Bien… —Me giró de golpe y lo recuerdo chupando mis pezones, succionando con sonidos lascivos que hacían que mi fiebre aumentara los grados justos para saber que estaba empapada.

—Quiero tu culo y tu coño. —declaró separándome de la pared y dirigiéndome a la cama.

—No… no tengo lubricante… —mentía como bellaca, pero no iba a arriesgar a que me robara el nuevo.

Jorge se comenzó a reír y negó.

—No lo vas a necesitar, hoy no.

Odioso, engreído, y habilidoso en comer coños. Oh si, ese hombre sabía exactamente qué hacer con la lengua entre mis piernas, comenzó a motivar mi clítoris y con sus dedos en mi interior, mi punto G. Yo perdí el control y sentí todo el placer acumulado en esa zona que tanto me gustaba y enloquecía. Grité, grité alto y sin pudor ninguno cuando mi orgasmo me alcanzó y a él lo bañaba con mi eyaculación chorreante.

—¡Sabía que no lo había imaginado! —Dijo pagado de sí mismo un momento antes de girarme, elevar mi trasero y entrar de golpe en mi coño empapado. Las embestidas eran duras y certeras, hechas para enloquecerme y volver a hacerme gritar, a chorrear sin vergüenza ninguna.

—Oh diablos, tírame del cabello. —supliqué entre gemidos y jadeos.

Jorge tomó mi trenza hasta estirarme entera y justo cuando lo hacía salió de mi interior, su pulgar acarició mi ano, y comencé a reír.

—De eso nada, vas a ver qué poca risa te da esto. —Y me empaló el culo de nuevo, como aquella primera vez.

No pude ni siquiera tomar aire cuando ya volvía a salir y volver a entrar, sus embestidas eran duras con la clara determinación de enloquecerme, le escuchaba jadear, me tenía abierta y a su merced. Sentí de nuevo el orgasmo crecer en mi interior haciéndome gritar mi placer, temblar mientras él seguía chocando sus carnes contra las mías.

—Me voy a correr, elije donde quieres mi leche.

—Quiero probarla… —sugerí jadeante.

—Tragátela. —ordenó ofreciéndome su polla.

Lo hice, tengo que admitir que soy fanática de las pollas en mi boca. La suya era suculenta, la metí hasta sentir chocar su pelvis contra mi nariz y sus huevos contra mi mentón. La tenía atravesada en mi garganta haciendo sonidos estrangulados y asfixiantes. Sentía mi saliva espesar. Me alejé y volví a tomarlo a lamerlo y a disfrutar sintiendo que estaba a punto. Paladee ese sabor pre seminal. Mi mano y mi boca hicieron un trabajo en equipo llevándolo a ese punto de no retorno, le escuché gruñir casi aullar cuando le toco explotar y lo hubiera disfrutado, de verdad que sí, si no escucho una voz a mi espalda.

—¿Guadalupe? —Lali acaba de entrar en la habitación y Jorge eyaculaba en mi cara, manchando mis gafas mi cara y yo tenía otro orgasmo devastador.

Si, lo acepto, corrí como cobarde al baño para pensar en que decir.. Que hacer… ¡Se supone que yo era la sensata! Y aquí estoy… pensando cómo salir de este entuerto o entrar en otro….

Ailin Skye




Lali.

‹‹¡Joder!, pensé, ¡Será zorra! yo buscándola como una loca y ella follando como una descosida en la habitación››. Miré de soslayo al tipo que estaba impertérrito en la cama.

‹‹Me cago en la puta››. ¡Era el jodido motero de mis desvelos, será cerdo…!

Estaba todavía atónita, con la boca entreabierta e intentando apartar de mi cabeza la puñetera imagen de Guadalupe con toda la cara eyaculada de semen del rubio de los cojones, ‹‹Ufff, que cabreo llevaba››.

Él me miro no sabía que narices decir, claro y ¿qué iba a decir?. Me senté en el sofá de la habitación esperando que saliera la tetona, para decirle cuatro cosas bien dichas…

De mientras el motero se vestía, yo le observaba sin decir ni una sola palabra. Ummm, sinceramente me apetecía que me comiera el coño como lo hizo en el lago, aun sueño con su lengua jugando con mi clítoris. Pero me callé, y me encendí un cigarro sin quitarle ojo de encima, le estaba poniendo nervioso. ‹‹ ¡Qué se joda!››.

—¡Guadalupeeeeeeee!— Grité impaciente—, ¿piensas quedarte todo el día metida en la puta bañera…?

—Ya salgo no seas pesada. Me agarraste en curva.

Ufff esta mujer a veces no hay que la entienda, Mexicana de las narices.

—¿Bueno, y tú qué? —Dije directamente mirando a Jorge con cara de pocos amigos. No podía evitar sentirme defraudada, en el fondo soy una jodida sentimental. Y así me va.

—Yo, yo…

—Yo, yo…Pareces tonto, es fácil la pregunta.

—No te enfades, Lali. Conocí a Guadalupe en mi viaje. Y bueno una cosa llevo a la otra.

—Claro, como conmigo, ¿No?

Él me miro, no sabía que narices decir. Tengo un temperamento de cojones aunque no lo parezca, y lo estaba poniendo en un compromiso sin necesidad de ello. Al fin y al cabo no era nada mío, aunque soy posesiva de naturaleza.

—Vale, vale, no pasa nada.

Se sentó a mí lado y me miró con esos ojos añiles que me dejaban si respiración, agarró mi mano ‹‹Era listo el cabrón›› Y me dio un dulce beso en los labios.

—Eso por el beso que no te pude dar al despedirnos…

Ya me tenía otra vez en sus redes y con las bragas en el suelo.

Guadalupe salió de la ducha, con su melena pelirroja mojada aun por el agua y menos mal que vestida, porque tenía la costumbre de andar en pelotas por la casa. Me miro con ojitos suplicantes.

—Lali, cariño…

—Nada, no digas nada, zorra. Pero la próxima vez ¡avisa coño! Voy a tener la imagen de por vida en mi cabeza…

Nos dimos un abrazo, ya tenía ganas de pillar a esa tetona por banda y darle un morreo, leches.

En ese preciso momento se oyeron gritos y después unos fuertes golpes en la puerta.

Jorge nos miró, nos señaló con la mano que nos quedásemos quietas y fue hacía la puerta. Cuando la abrió pudimos ver a una chica de lo más sexy, que nos observó a todos sonriente…

—¿Montse? —Dijo Jorge, mientras la dejaba pasar. ¡Pero este tío se ha follado a medio país o qué!

—Perdonad que invada así vuestra habitación, pero un tipo de lo más extraño me estaba tocando las narices y he picado en la primera puerta que he encontrado. —Nos dijo con cara de agobio. Pobre chica a saber que le quería hacer ese tipo.

Jorge no sabía ya a donde mirar, ni que hacer. Se dirigió a la nevera de la habitación…

—Chicas, yo me sirvo una copa. Creo que la necesito. —Se puso la copa y se dejó caer en el sillón, seguramente alucinando por lo que estaba allí viviendo.

Guadalupe que siempre era muy protectora agarró a la muchacha y la hizo sentar…

—Tranquila, ¿te podemos ayudar en algo? ¿Quieres un vaso de agua? ¿Avisamos a alguien?

—¡Guadalupe coño!. Respira mujer y deja respirar a la pobre chica—Es una cotorra de cuidado, buena como el pan, pero con su nervio no podía parar ni un momento.

Y allí estábamos los cuatro, aún quedaban unas horas para ir a lo del libro de Magela.

Yo me senté en el sillón cerca de Jorge, Guadalupe cotorreaba con Montse ‹‹A saber qué pensaba la pobre chica››.

Estaba ensimismada en las manos de Jorge. Las manos de un hombre me vuelven loca y las de él me encantaban, cuando me dio un codazo y me hizo mirar en dirección a las chicas…

‹‹Perooo, ¿qué coño?›› Las dos se estaban comiendo la boca como posesas, ya decía yo que no escuchaba a Guada desde hacía un rato. Jorge me miró con ojitos de cordero degollado.

‹‹¿Que leches?›› Pensé. Ver a las chicas besarse me había puesto cachonda, así que ni corta ni perezosa me tiré a devorar la boca del rubio. Él ni se lo pensó y empezó amasar mis pechos por encima de mi camiseta, y yo me subí a horcajadas encima de él, quería sentir su polla friccionándose contra mi húmedo coño…

Unas manos rozaron mi espalda era Guada que se había acercado a nosotros, me sonrío y me señalo en dirección a la cama, Montse estaba en ella desnuda masturbándose…

Agarré la mano de ella y me levanté, la cogí por su bumbum. ‹‹Que vaya como lo tiene›› Y le metí la lengua hasta la garganta. Jorge se dirigió a la cama y empezó a masturbar a Montse.

Nosotras nos unimos con ellos, eso era una puta locura. Ya no sabía a quién diablos metía mano o quien me tocaba a mí.

Jorge ni corto ni perezoso soltó:

—Quiero comeros el coño a las tres, poneros en línea…

Y así hicimos, mientras el saltaba de una almeja a la otra, nosotras íbamos mezclando nuestra saliva, entre las tres, besando a Guada que era la que estaba en medio, también a turnos. La mano derecha de ella amasaba y pellizcaba el pecho de Montse mientras su mano izquierda amasaba y pellizcaba el mío, al mismo tiempo que Jorge nos comía, nos masturbábamos a la vez…

Montse que era una calentona de cuidado hizo parar a Jorge, y se levantó.

—Vamos a jugar al trenecito…

‹‹¿Trenecito? La miré confundida, ¿qué narices?›› No tenía ni idea a qué coño se refería hasta que le vi sacar de la bolsa que llevaba un cinturón con una polla de silicona. ‹‹¡la hostia!››

Ni corta ni perezosa se lo colocó.

—Iremos por turnos, pero de aquí salimos todas folladas— Aclaró Montse.

Yo ya no sabía si estaba en Madrid por lo del Libro de Magela o en Sodoma y Gomorra…

Me tumbaron en la cama de lado, Montse me penetro con la polla de silicona desde atrás, Jorge le sobaba las tetas y de mientras Guada le comía la polla, para después parar a empalar su culo entre gritos y aspavientos de la mexicana, a la vez, ella en una posición de lo más extraña masturbaba a Montse que llevaba el cinturón y me la metía y sacaba.

Todos cambiamos de posición varias veces, aquello era una puta locura. No recuerdo las de veces que me corrí, entre la polla cinturón, la polla del rubio, la lengua de una, la lengua de la otra…

Acabamos exhaustos y teníamos que arreglarnos. Decidimos ducharnos de dos en dos así acabaríamos más rápido si no de seguro llegaríamos tarde…

De nuevo gemidos se oían desde la ducha ‹‹¡Seran zorras!›› Esas dos estaban liadas de nuevo, como les va el cunnilingus, ¡La virgen!.

Nos tocó ducharnos a nosotros mientras ellas se reían y seguían vistiéndose y metiéndose mano. Yo estaba deseosa de pillar al rubio para mí solita, así que pensaba aprovechar el momento.

Ya dentro de la ducha con el agua cayendo por nuestra piel, sentí sus manos acariciar mis nalgas y espalda, me gire hacia él sonriente.

—Parece que el agua es nuestro elemento…

Él río.

—Eso parece, preciosa.

Sus manos masajearon mis pechos, su boca empezó a succionar mis pezones enhiestos y mi coño se humedeció de nuevo.

Le apoyé contra la pared y le sonreía lascivamente…

Bajé hasta su capullo que me observa apetitoso, delicioso y empecé a lamer, primero lentamente todo el con mi lengua, degustando su capullo sonrosado. ‹‹No sé porque me imaginé su polla con cara y ojos y tuve que apartar ese pensamiento si no quería morir de risa allí mismo››. Me la metí, para adentro hasta tocar mi campanilla, mientras amasaba sus huevos y mi dedo rozaba su ano, para tocar su punto G, el jadeaba…

—Sigue…

Y seguí, más adentro. Comiéndome con gusto esa polla que sabía a gloria, hasta que no aguanto más y derramo dentro de mi boca todo su semen caliente.

— ¡Salir yaaa! Llegamos tarde…

Guadalupe, gritando como una posesa nos devolvió a la realidad. Nos teníamos que ir.

Salí de la ducha y me empecé a vestir, Jorge me cogió del brazo e hizo que me diera la vuelta, me miro y me beso posesivamente.

—Esto no se queda así— me aclaró.

Acabamos de vestirnos y nos fuimos los cuatro.

Sonrientes, satisfechos a ver a la más perversas de todas las perversas. Magela.

Bernice Xanthe





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